sábado, 21 de abril de 2012

Historia de Claudia: Dame tu vida

Se despertó por la mañana con una sensación extraña en el cuerpo. Había descansado mal sin motivo aparente. A pesar de tener calefacción central su habitación estaba helada.Pero a diferencia de al resto de los mortales, eso a ellale volvía loca. Sólo pensar en acurrucarse bajo 2 toneladas de mantas le hacía tener ganas de ir a dormir. Estaba de vacaciones. Su novio acababa de mudarse a su casa y estaba dormido junto a ella. Todo era perfecto. Sin embargo, algo le preocupaba hasta el extremo de no dejarle dormir. Tenía un regusto amargo en la boca del estómago y no sabía explicar porqué. Desde muy pequeña había tenido ese ... ¿don? ... Cuando las cosas se iban a poner feas su cuerpo le avisaba para que estuviera preparada ... El atropello de su hermano, la muerte de su padre, los cuernos de su ex ... siempre el mismo aviso ... como ahora.
Se levantó dejándolo en la cama y se metió en la ducha. El agua tibia caía sobre su espalda mojada calmando la sensación incómoda. Fuera nevaba. El cielo, de un gris blanquecino, luchaba con la oscuridad para conservar ese azul pero iba perdiendo la batalla. La oscuridad se instalaba en el borrando todo tono de color. Pensó, por un segundo, que su vida era igual. Pero lo desechó rápido porque no era cierto. Él estaba con ella, en su vida, en su cama. Había decidido apostar al caballo perdedor. Quedarse a su lado cuando todos los demás se habían ido. Y por ello era afortunada. Y por ello su vida era perfecta.
Cuando él se despertó la sensación incómoda de ella fue en aumento. No parecía él. Su mirada estaba perdida, sus ojos enrojecidos. Estaba más blanco que nunca, más frío que nunca, más peligroso ... Y ella olía tan bien ... No podía mantener el control. Había sido un error ir a vivir con ella, tan bonita dentro de la ducha. Tan apetecible ... Creía que podría mantener la calma pero no. Ser un vampiro no ponía las cosas fáciles, ser un vampiro sin decírselo a ella las complicaba todavía más. Y el instinto asesino, que surgía desde lo más profundo de su ser, era ya incontrolable.
Se metió en la ducha con ella, impaciente, nervioso. Ella lo interpretó como deseo. Se entregó a él. Lo que no imaginaba es que el deseo era de otro tipo. En menos de un suspiro ella estaba tendida en los brazos de él, inerte. Probablemente ni si quiera supo qué pasó. Él la abrazaba llorando, incapaz de hacer nada más. Le había arrebatado la vida. Nunca se lo podría perdonar.
A fin de cuentas era un vampiro, ¿qué podía hacer? Y ella olía tan bien ... y él tenía tantísima hambre ... Y ahora estaba solo de nuevo. Y permanecería así por toda la eternidad.


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