Historia de Claudia:
AMIGAS PARA SIEMPRE
Año 1982. Alicia y Sara eran
dos chicas, ambas de 15 años, e íntimas amigas
desde la más tierna infancia. Vivían en el mismo barrio, estudiaban en el mismo
instituto, iban a la misma clase... en fin, eran inseparables. Sin embargo, tenían
caracteres muy diferentes. Alicia era alegre y extrovertida, mientras que Sara era
muy tímida y callada.
Cierto día, Sara le propuso a Alicia:
- ¿Por qué no hacemos un juramento de sangre?
- ¿Qué?
- Mira, por si algún día perdemos el contacto, juramos que la que muera antes de
nosotras dos, irá a avisar a la otra.
- Qué tontería, Sara, nosotras siempre estaremos juntas.
Ante la insistencia de Sara, y entre asombrada y divertida, Alicia al final aceptó
la propuesta. Ambas se practicaron un corte con una navaja en el dedo índice de la
mano derecha, y sellaron el pacto a la luz de unas velas.
Pasaron los años. Alicia había terminado sus estudios de derecho, tenía un buen
trabajo, una casa preciosa y un marido y un hijo maravillosos. Hacía mucho que no
veía a Sara, la amiga de su juventud, aunque a veces se acordaba de ella cuando se
veía la cicatriz de su dedo índice. Al final, la vida les había llevado por caminos
distintos y no habían vuelto a verse desde que acabaron el instituto.
Una noche, Alicia tuvo una horrible pesadilla: iba conduciendo, cuando de repente un
camión invadía su carril y chocaba con su coche.
Se despertó empapada en sudor, y justo en ese momento, oyó llamar al timbre de la
casa. Eran las 3 de la madrugada. Miró a su marido, que dormía profundamente a su
lado, en ese momento, el timbre volvió a sonar con insistencia. Maldiciendo por lo
bajo y preguntándose quién podría ser a esas horas, Alicia se levantó y fue a abrir
la puerta.
Cuando abrió la puerta y vio a la mujer que estaba en el porche, abrió la boca,
totalmente anonadada. Aunque había cambiado bastante, la reconoció enseguida.
Allí, terriblemente pálida, ojerosa y con una enorme herida sangrante en la cabeza,
estaba su antigua amiga Sara.
- ¡Por Dios, Sara! ¿Qué tal ha ocurrido? Entra, te curaré esa herida.
- ¡Cuánto tiempo
sin vernos!
Sara no se movió de donde estaba.
- He venido a cumplir mi promesa, Alicia. He muerto y vengo a decírtelo.
Alicia se quedó sin habla.
- Ya que la vida nos ha separado, estaremos juntas en la muerte. Te estaré
esperando...- dijo Sara levantando el dedo índice. Acto seguido, desapareció.
Alicia empezó a notar un dolor persistente en su propio dedo índice, al mirárselo
descubrió que lo tenía empapado en sangre, como si se le hubiera vuelto a abrir el
corte que se hiciera años atrás... Lanzó un alarido estremecedor y cayó desvanecida
al suelo.
Al día siguiente, despertó en su cama y pensó que todo había sido un mal sueño.
Encendió el televisor para desayunar, y lo que vio la dejó helada: la noche
anterior, a las 3 de la madrugada, había habido un accidente de tráfico: un camión
había chocado con un coche, y la conductora del mismo había fallecido en el acto.
A partir de aquél día, su vida se convirtió en un auténtico infierno. No comía, se
olvidaba de recoger a su hijo en el colegio, no rendía en el trabajo... Y todas las
noches tenía el mismo sueño, en el cual oía llamar a la puerta, y al abrir veía a
Sara levantando el dedo índice y diciendo "te estaré esperando", tras lo cual
siempre se despertaba con un dolor insoportable en su dedo lleno de sangre.
Su marido no entendía lo que le estaba pasando, los médicos no encontraban ninguna
explicación, y finalmente internaron a Alicia en un psiquiátrico.
Allí no hizo sino empeorar, ahora en sus pesadillas veía a Sara junto a su cama.
Una noche, un celador del psiquiátrico oyó un espantoso ruido de cristales rotos
desde la más tierna infancia. Vivían en el mismo barrio, estudiaban en el mismo
instituto, iban a la misma clase... en fin, eran inseparables. Sin embargo, tenían
caracteres muy diferentes. Alicia era alegre y extrovertida, mientras que Sara era
muy tímida y callada.
Cierto día, Sara le propuso a Alicia:
- ¿Por qué no hacemos un juramento de sangre?
- ¿Qué?
- Mira, por si algún día perdemos el contacto, juramos que la que muera antes de
nosotras dos, irá a avisar a la otra.
- Qué tontería, Sara, nosotras siempre estaremos juntas.
Ante la insistencia de Sara, y entre asombrada y divertida, Alicia al final aceptó
la propuesta. Ambas se practicaron un corte con una navaja en el dedo índice de la
mano derecha, y sellaron el pacto a la luz de unas velas.
Pasaron los años. Alicia había terminado sus estudios de derecho, tenía un buen
trabajo, una casa preciosa y un marido y un hijo maravillosos. Hacía mucho que no
veía a Sara, la amiga de su juventud, aunque a veces se acordaba de ella cuando se
veía la cicatriz de su dedo índice. Al final, la vida les había llevado por caminos
distintos y no habían vuelto a verse desde que acabaron el instituto.
Una noche, Alicia tuvo una horrible pesadilla: iba conduciendo, cuando de repente un
camión invadía su carril y chocaba con su coche.
Se despertó empapada en sudor, y justo en ese momento, oyó llamar al timbre de la
casa. Eran las 3 de la madrugada. Miró a su marido, que dormía profundamente a su
lado, en ese momento, el timbre volvió a sonar con insistencia. Maldiciendo por lo
bajo y preguntándose quién podría ser a esas horas, Alicia se levantó y fue a abrir
la puerta.
Cuando abrió la puerta y vio a la mujer que estaba en el porche, abrió la boca,
totalmente anonadada. Aunque había cambiado bastante, la reconoció enseguida.
Allí, terriblemente pálida, ojerosa y con una enorme herida sangrante en la cabeza,
estaba su antigua amiga Sara.
- ¡Por Dios, Sara! ¿Qué tal ha ocurrido? Entra, te curaré esa herida.
- ¡Cuánto tiempo
sin vernos!
Sara no se movió de donde estaba.
- He venido a cumplir mi promesa, Alicia. He muerto y vengo a decírtelo.
Alicia se quedó sin habla.
- Ya que la vida nos ha separado, estaremos juntas en la muerte. Te estaré
esperando...- dijo Sara levantando el dedo índice. Acto seguido, desapareció.
Alicia empezó a notar un dolor persistente en su propio dedo índice, al mirárselo
descubrió que lo tenía empapado en sangre, como si se le hubiera vuelto a abrir el
corte que se hiciera años atrás... Lanzó un alarido estremecedor y cayó desvanecida
al suelo.
Al día siguiente, despertó en su cama y pensó que todo había sido un mal sueño.
Encendió el televisor para desayunar, y lo que vio la dejó helada: la noche
anterior, a las 3 de la madrugada, había habido un accidente de tráfico: un camión
había chocado con un coche, y la conductora del mismo había fallecido en el acto.
A partir de aquél día, su vida se convirtió en un auténtico infierno. No comía, se
olvidaba de recoger a su hijo en el colegio, no rendía en el trabajo... Y todas las
noches tenía el mismo sueño, en el cual oía llamar a la puerta, y al abrir veía a
Sara levantando el dedo índice y diciendo "te estaré esperando", tras lo cual
siempre se despertaba con un dolor insoportable en su dedo lleno de sangre.
Su marido no entendía lo que le estaba pasando, los médicos no encontraban ninguna
explicación, y finalmente internaron a Alicia en un psiquiátrico.
Allí no hizo sino empeorar, ahora en sus pesadillas veía a Sara junto a su cama.
Una noche, un celador del psiquiátrico oyó un espantoso ruido de cristales rotos
que provenía de la
habitación de Alicia.
Al entrar en la habitación vio que la ventana estaba rota, se asomó y vio a Alicia
tirada sobre la acera en medio de un charco de sangre. Tenía una gran herida en la
cabeza y a su lado, en el pavimento, alguien había escrito con su sangre: "AMIGAS
PARA SIEMPRE".
Al entrar en la habitación vio que la ventana estaba rota, se asomó y vio a Alicia
tirada sobre la acera en medio de un charco de sangre. Tenía una gran herida en la
cabeza y a su lado, en el pavimento, alguien había escrito con su sangre: "AMIGAS
PARA SIEMPRE".
Historia de Mari Luz:
La tormenta
La tormenta se sentía en el aire, y los entornos se llenaron de silencio y expectación.
Desde la mañana cruzaron por el cielo oscuras nubes cargadas de agua; y yo estaba solo.
Al final de la tarde las nubes se apelmazaron en una gran masa oscura, que se fue volviendo
uniforme a medida que tomaba un tono verdoso.
Mi padre hacía días que arreaba una tropa por campos lejanos, y con él estaban los perros; mi madre
estaba en el pueblo, cuidando una tía que había caído enferma. Y yo estaba solo, en una casa apartada
de todo, rodeado de campo y algunos árboles, y sólo tenía trece años.
Todo se oscureció. De los árboles que había cerca apenas se distinguía el contorno, aunque aún no era
noche. En el galpón el caballo relinchaba inquieto, y las gallinas buscaban refugio en el gallinero,
corriendo apresuradas entre cacareos de alarma.
Aseguré bien la puerta desde adentro, con una silla. Encendía el farol cuando cayó el primer rayo,
y me hizo estremecer. Al rayo lo siguió un aguacero torrencial, ruidoso, y luego otros rayos, y todo el
cielo rugió como un coloso descomunal.
Por la ventana veía el desarrollo de la tormenta. Relámpagos blancos atravesaban todo el cielo, y la casa temblaba por los truenos, y la luz del farol oscilaba, se empequeñecía por instantes, y las sombras
crecían desde los rincones, y retrocedían después, y yo estaba solo y asustado.
Tras el fogonazo de un rayo, creí ver una silueta encapuchada rondar fuera de la casa. Aterrado, busqué la escopeta. Con las manos temblorosas conseguí cargarla con dos cartuchos, y lleno de terror
escudriñé por la ventana. De repente empujaron la puerta, cayendo la silla que la trancaba, y en el
umbral asomó un encapuchado. Sonó otro estruendo, esta vez el de la escopeta, y el encapuchado cayó hacia atrás. Al estar tendido boca arriba, un relámpago iluminó su cara; era mi padre.
Desde la mañana cruzaron por el cielo oscuras nubes cargadas de agua; y yo estaba solo.
Al final de la tarde las nubes se apelmazaron en una gran masa oscura, que se fue volviendo
uniforme a medida que tomaba un tono verdoso.
Mi padre hacía días que arreaba una tropa por campos lejanos, y con él estaban los perros; mi madre
estaba en el pueblo, cuidando una tía que había caído enferma. Y yo estaba solo, en una casa apartada
de todo, rodeado de campo y algunos árboles, y sólo tenía trece años.
Todo se oscureció. De los árboles que había cerca apenas se distinguía el contorno, aunque aún no era
noche. En el galpón el caballo relinchaba inquieto, y las gallinas buscaban refugio en el gallinero,
corriendo apresuradas entre cacareos de alarma.
Aseguré bien la puerta desde adentro, con una silla. Encendía el farol cuando cayó el primer rayo,
y me hizo estremecer. Al rayo lo siguió un aguacero torrencial, ruidoso, y luego otros rayos, y todo el
cielo rugió como un coloso descomunal.
Por la ventana veía el desarrollo de la tormenta. Relámpagos blancos atravesaban todo el cielo, y la casa temblaba por los truenos, y la luz del farol oscilaba, se empequeñecía por instantes, y las sombras
crecían desde los rincones, y retrocedían después, y yo estaba solo y asustado.
Tras el fogonazo de un rayo, creí ver una silueta encapuchada rondar fuera de la casa. Aterrado, busqué la escopeta. Con las manos temblorosas conseguí cargarla con dos cartuchos, y lleno de terror
escudriñé por la ventana. De repente empujaron la puerta, cayendo la silla que la trancaba, y en el
umbral asomó un encapuchado. Sonó otro estruendo, esta vez el de la escopeta, y el encapuchado cayó hacia atrás. Al estar tendido boca arriba, un relámpago iluminó su cara; era mi padre.
Historia de Alba:
Cuando desperté me encontraba en una habitación a oscuras, estaba atada a una silla y sentía un fuerte dolor en el cuello, no sabia donde estaba y tenia mucho miedo. No tenia ni familia ni amigos, nadie que se preocupase por mi, estaba sola. Lo ultimo que recordaba era haber ido a un bar y que un hombre se sentó a mi lado, estuvimos hablando y me pareció un hombre muy amable. Cuando me di cuenta ya era tarde me despedi de el y salí del bar, estaba cerca de mi casa cuando sentí un fuerte dolor en el cuello...Eso era todo lo que recordaba y el dolor seguía, punzante.Unas lágrimas empezaron a caer de mis ojos cuando abrieron una puerta, era el, el hombre del bar.
-¿Donde estoy?-le pregunte-¿Que quieres de mi?.
El sonrió sin responder, se acerco a mi y me mordió en el cuello, otra vez me desmalle.
Desperté otra vez en el mismo lugar y el estaba hay, a mi lado, me volvió a morder en el cuello, no se cuantas veces lo habría echo, pero cada vez el dolor iba a más.
Esta vez todo fue diferente, se acerco a mi y me desato, me cogió y empezó a andar, estaba tan debil que no puse ninguna resistencia, cuando me di cuenta estaba en mi casa, en mi cama, me incorpore y vi una nota a mi lado que ponia: "Desde que te vi quise combertirte en lo que yo soy para que estuviesemos juntos, pero ahora me parece que eso es egoista por mi parte, eres libre de elegir, pero si me quieres, ven a buscarme"
No sabia porque pero le necesitaba, necesitaba a la persona que me tuvo encerrada, atrapada, le necesitaba.Sali a la calle en su busca, cuando lo encontre supe que nada ni nadie nos separaria nunca.
Historia de Vanesa:
Damián se entretuvo revisando los exámenes. Como era nuevo en aquella escuela, quiso ver qué nivel
tenían los alumnos, haciendo un examen sorpresa.
Cuando terminó de guardar todo en su portafolio, la escuela estaba desierta, y fuera ya era de noche; era invierno y los días eran cortos.
En el corredor encontró a un hombre barriendo el piso. Se saludaron, y el hombre que barría le preguntó:
- ¿Usted es nuevo aquí?
- Sí señor. Comencé ayer - le respondió Damián.
- Y qué le parece esta escuela - indagó el barrendero, apoyándose en la escoba como si fuera un largo bastón - ¿Le gusta?
- Sí - dijo Damián echando una mirada en derredor -. Comparada con la escuela en donde trabajé, todas son mejores. Si le contara lo que pasaba en aquella escuela no me creería. Por suerte ahora está cerrada, clausurada más bien, esperando ser demolida.
- ¿Qué pasaba en esa escuela? Cuente hombre, que me dejó con la intriga, y no soy de cuestionar las historias de los demás.
- Bien, que opina si le digo que la escuela estaba embrujada, y que era aterrador trabajar allí.
- Pues diré que me alegro de no haber sido empleado en esa escuela, que sé bien que los lugares embrujados existen, y que las escuelas son propensas a quedar embrujadas.
- ¡Y esta sí que lo estaba! - expresó Damián -. Cuando entré los otros maestros no me dijeron nada.
Los cajones de mi escritorio aparecían abiertos, y si dejaba algo en ellos, aparecían sobre el escritorio.
A veces, cuando el salón quedaba vacío, en el fondo de éste se veía a un niño sentado mirando la pared. Apenas lo veías desaparecía, era como el destello de una imagen, pero créame cuando le digo que era aterrador. A veces los alumnos sentían que le jalaban el cabello, y se culpaban unos a otros;
pero yo sabía lo que era, pues en una ocasión me había pasado lo mismo, cuando me retiraba del salón.
Inevitablemente me enteré que los otros maestros no eran ajenos a lo que allí sucedía, y ya en confianza me confesaron haber tenido experiencias aterradoras, incluso una maestra había muerto de un susto, al ver quién sabe qué. Lo cierto es que la encontraron en un salón, y en él había un muñeco de trapo, que luego se deshicieron de él. Al muñeco lo llamaban Tito, si mal no recuerdo - concluyó Damián.
- Se me erizaron los pelos al escucharlo - dijo el barrendero. Damián se despidió. Había avanzado unos pasos cuando escuchó que el barrendero lanzó una carcajada sonora, y al volverse el hombre ya no estaba, había desaparecido.
tenían los alumnos, haciendo un examen sorpresa.
Cuando terminó de guardar todo en su portafolio, la escuela estaba desierta, y fuera ya era de noche; era invierno y los días eran cortos.
En el corredor encontró a un hombre barriendo el piso. Se saludaron, y el hombre que barría le preguntó:
- ¿Usted es nuevo aquí?
- Sí señor. Comencé ayer - le respondió Damián.
- Y qué le parece esta escuela - indagó el barrendero, apoyándose en la escoba como si fuera un largo bastón - ¿Le gusta?
- Sí - dijo Damián echando una mirada en derredor -. Comparada con la escuela en donde trabajé, todas son mejores. Si le contara lo que pasaba en aquella escuela no me creería. Por suerte ahora está cerrada, clausurada más bien, esperando ser demolida.
- ¿Qué pasaba en esa escuela? Cuente hombre, que me dejó con la intriga, y no soy de cuestionar las historias de los demás.
- Bien, que opina si le digo que la escuela estaba embrujada, y que era aterrador trabajar allí.
- Pues diré que me alegro de no haber sido empleado en esa escuela, que sé bien que los lugares embrujados existen, y que las escuelas son propensas a quedar embrujadas.
- ¡Y esta sí que lo estaba! - expresó Damián -. Cuando entré los otros maestros no me dijeron nada.
Los cajones de mi escritorio aparecían abiertos, y si dejaba algo en ellos, aparecían sobre el escritorio.
A veces, cuando el salón quedaba vacío, en el fondo de éste se veía a un niño sentado mirando la pared. Apenas lo veías desaparecía, era como el destello de una imagen, pero créame cuando le digo que era aterrador. A veces los alumnos sentían que le jalaban el cabello, y se culpaban unos a otros;
pero yo sabía lo que era, pues en una ocasión me había pasado lo mismo, cuando me retiraba del salón.
Inevitablemente me enteré que los otros maestros no eran ajenos a lo que allí sucedía, y ya en confianza me confesaron haber tenido experiencias aterradoras, incluso una maestra había muerto de un susto, al ver quién sabe qué. Lo cierto es que la encontraron en un salón, y en él había un muñeco de trapo, que luego se deshicieron de él. Al muñeco lo llamaban Tito, si mal no recuerdo - concluyó Damián.
- Se me erizaron los pelos al escucharlo - dijo el barrendero. Damián se despidió. Había avanzado unos pasos cuando escuchó que el barrendero lanzó una carcajada sonora, y al volverse el hombre ya no estaba, había desaparecido.
Estas son nuestras historias de miedo de hoy, la semana que viene más.
hola, ya te sigo
ResponderEliminargracias por seguirme ;)
besos
gracias a ti :)
EliminarClaro que puedes agregarlo si quieres, ya te sigo en todos tus blog :)
ResponderEliminarbesos para ti wapa ya te hemos agregado :)
ResponderEliminarDios miooo! Casi me meoo del miedo que tengooo!!! Son buenisimas las historias. Todas!!!!!
ResponderEliminarBesoss!!
gracias sabemos que molan pero nos costó mucho encontrar algunas wenas en internet jaja entre las cuatro emos conseguido que queden bien y besos para ti wapisisma Happy
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